martes, 25 de marzo de 2008


...Todo llevó cinco expediciones, con grandes intervalos de tiempo entre ellas para reflexionar.Durante esos dos años y medio que pasé en la Jungla de Sudamérica junto a indios de la Edad de Piedra, pude darme cuenta perfectamente que nuestra naturaleza humana no tiene mucho que ver con lo que nos han hecho creer...
...
Los bebés de la tribu Yequana, lejos de necesitar un clima de paz y tranquilidad para dormir, eran capaces de echar una cabezadita tranquilamente en el momento preciso en que se encontraban cansados, o cuando los hombres, mujeres o niños que los cargaban bailaban, corrían, caminaban, gritaban o remaban en sus canoas. Los chiquillos se pasaban todo el día jugando juntos sin que se montara ninguna trifulca. Ni siquiera discutían y obedecían a sus mayores al instante mostrando una voluntad plena.Aparentemente, la idea de castigar a un niño nunca se le habría ocurrido a este pueblo. Tampoco su conducta mostraba nada que pudiera verdaderamente ser catalogado como permisividad. Ni un solo niño habría soñado con incomodar, interrumpir o que un adulto tuviera que esperar por ellos. A los cuatro años, los niños ya contribuían más con la fuerza del trabajo dentro de su propia familia de lo que sus cuidados suponían a los otros.
Cuando los bebés estaban en brazos, rara vez lloraban; nunca gritaban y, lo que es más fascinante, no agitaban las manos ni pataleaban ni movían la cabeza; tampoco arqueaban la espalda ni retorcían los pies o las manos, tal y como vemos con frecuencia en nuestros niños. Se mantenían tranquilamente sentados sobre los hombros o bien se quedaban traspuestos sobre la cadera de alguien, lo cual desconfirma el mito de que los bebés tienen que ir flexionados para ´hacer ejercicioª. Tampoco echaban buches, a no ser que estuvieran realmente enfermos, y no tenían cólicos. Cuando durante los primeros meses les atraía algo, se arrastraban por el suelo, andaban a gatas y luego caminaban sin esperar a que alguien viniera a por ellos, sino que ellos mismos iban hacia sus madres o cuidadores buscando la confianza necesaria antes de retomar sus actividades exploratorias. Sin lo que conocemos como supervisión, incluso los más pequeños rara vez resultaban heridos de alguna manera.
¿Acaso su "naturaleza humana" es diferente a la nuestra? Hay quien puede imaginar que así es. Ahora bien, existe una especie humana. Entonces, ¿Podemos aprender NOSOTROS del ejemplo Yequana?





No hay comentarios: